Muchas veces después de lavar los platos por la noche y relajarnos en el sofá, nos quedamos medio dormidos, por lo que es fácil que en ese momento el deseo sexual no aparezca y se llegue al momento de hacerlo “porque ya toca”. Lo que yo llamo “el síndrome del calendario”.
En muchas ocasiones creemos que para conseguir un buen sexo necesitamos tiempo y grandes dosis de imaginación. Pero a través de las la claves expuestas a continuación desmitificaremos esta creencia pudiendo mejorar la calidad del sexo sin hacer un elevado esfuerzo ni invertir demasiado tiempo.
Para que la sexualidad fluya, aparezca el deseo y la excitación es importante centrarse en el momento sexual. Todos sabemos que la sociedad actual nos llena de dolores de cabeza, preocupaciones y problemas que resolver; desconectar y dejarlo todo a un lado es costoso pero necesario y fundamental para poder apreciar y disfrutar de los pequeños detalles y del espacio sexual.
Tendemos a concebir el sexo en cuatro pasos: caricias de iniciación, preliminares, coito y conseguir el orgasmo. Estas fases se acostumbran a repetir en cada encuentro sexual haciendo que podamos prever y saber qué viene después, eliminando toda intriga e ilusión. Lo que deriva a que el deseo descienda porque no aparece ni pizca de novedad ni creatividad. Por tanto, es importante que este aspecto lo tengamos presente para evitar la tediosa rutina, con las claves expuestas anteriormente ya tenemos las herramientas para crear distintos encuentros.
Un aspecto esencial a tener presente es que no siempre que iniciemos la seducción, tiene que ir seguido de un encuentro sexual, igual que cuando tengamos un espacio íntimo como caricias, un baño compartido, una conversación sentimental debe seguirlo el sexo. Si condicionamos siempre estos momentos de sensualidad a una obligación sexual crearemos lo que es llamado “sentimiento de tarea” que consiste en sentirnos forzados a tener una relación cada vez que tengamos un acercamiento, anulando por completo el deseo sexual y en muchas ocasiones bloqueando cualquier muestra de afecto.
Tendemos a concebir el sexo como la culminación del orgasmo, lo que crea obligaciones y presiones alrededor del momento sexual, haciendo que en muchas ocasiones nos centremos en las zonas físicas más erógenas que serían los genitales, y los pechos en el caso de las mujeres, haciendo demasiado hincapié en ellas y olvidándonos de muchas otras.
Debemos recordar que el órgano más erógeno es nuestra mente, a través de la imaginación y la fantasía podemos llegar a elevadas cotas de excitación y pasión hasta el punto de simplemente necesitar una caricia. Así como la piel es el órgano erógeno más grande, lo que nos lleva a tener que reflexionar que a veces nos perdemos muchos estímulos sexuales y sensaciones al centrarnos solamente en los genitales y pechos.
Es significante que después de un encuentro sexual haya un espacio de unión, de intimidad y de conexión, ayuda a que la calidad y la valoración del encuentro sean más positivas y que, al mismo tiempo la relación de pareja se vea beneficiada. Por tanto, debemos intentar no quedarnos dormidos o correr a ponernos la ropa interior y centrarnos más en la persona que tenemos al lado, creando ese espacio mágico ideal para hablar de sentimientos, emociones o quizás para comentar el encuentro sexual que acabamos de tener
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