El porno es uno de los soportes de desarrollo de nuestro imaginario sexual. Hasta hace poco, eran casi únicamente los hombres los que accedían a él para excitarse y masturbarse. En la actualidad, el porno va entrando en el terreno de la pareja.
Una película pornográfica es algo más que una película erótica. Sus escenas de sexo explícito tienen como finalidad general la masturbación. Es decir, se ven en solitario. En los últimos años, cada vez más mujeres admiten haber visto al menos una película porno. Asimismo, muchas de ellas reconocen haber visto porno con su pareja.
Este paso del porno consumido en soledad y en secreto al porno a dúo acciona resortes por lo general inconscientes. Esta actividad estimula al mismo tiempo nuestra faceta de voyeur y el censor que observa el mundo desde una perspectiva moral. Esta doble posición de voyeur/censor representa un cóctel que despertará nuestra excitación o bien nuestra repulsión, según la experiencia de cada uno.
Las implicaciones que rodean una sesión de porno entre dos dependen de la relación de pareja. Para una pareja joven que está explorando su sexualidad, constituye una especie de prueba. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar en la intimidad? ¿Qué nivel de confianza existe entre nosotros? ¿Sabemos establecer límites?
Esta acción puede revelarse beneficiosa: Puede reestimular la creatividad sexual de la pareja y contrarrestar así el efecto Coolidge, es decir, el desinterés sexual inducido por el paso de los años.
Independientemente del tipo de relación que mantengamos con nuestra pareja, ver porno juntos puede ser un experimento como cualquier otro. Representa una oportunidad para dialogar y descubrir un área hasta entonces desconocida del jardín de fantasías de nuestra pareja. En vez de responder a la propuesta precipitadamente con un simple sí o no, prestarle atención puede beneficiar la sexualidad de la pareja.
Puede convertirse en una experiencia positiva siempre y cuando ambas partes se impliquen.
Las películas de guiones lúdicos protagonizadas por parejas pueden brindar la ocasión de explorar fantasías comunes y enriquecer la diversidad de las mismas.
Hombres y mujeres no tienen la misma opinión del porno (a ellas les parece más degradante para la mujer que a ellos). De ahí la importancia de ponerse de acuerdo sobre qué porno ver. La variedad es amplísima. Al menos en un primer momento, conviene evitar el porno gonzo, un porno crudo, falto de argumento y, a menudo, de escaso presupuesto. Para parejas, una nueva generación de realizadoras (como Erika Lust, Ovidie) y de camgirls (Ava Moore, Charlie Chaudelive) explora la sexualidad desde el punto de vista femenino.
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