“Incapacidad de una mujer para alcanzar el orgasmo”. Así definieron la anorgasmia a mediados del siglo XX William H. Masters y Virginia E. Johnson, pioneros en la investigación de la naturaleza de la respuesta sexual humana. Se trata, por tanto, de una de las primeras disfunciones sexuales descritas, y una de las más comunes entre mujeres, no tanto entre hombres. La anorgasmia se manifiesta con la ausencia de clímax tras una fase de estimulación sexual considerada como “normal”.
Esto no es un caso exclusivo de mujeres ya que puede haber anorgasmia en el hombre, pero es menos frecuente y difícilmente diagnosticada, ya que se oculta tras el prejuicio erróneo de que la eyaculación es un orgasmo. El 5% de las causas de la anorgasmia son orgánicas y tienen que ver con el uso de drogas, fármacos, padecimiento de enfermedades crónicas, entre otros. Mientras tanto, el 95% responde a factores psicológicos tales como, ansiedades, depresión, mitos sobre la sexualidad, actitudes aprendidas y hasta creencias religiosas.
Por el momento y hasta obtener una mayor evidencia de dichas limitaciones físicas, consultar a un especialista para desprenderse de las constricciones psicosociales seguirá siendo el tratamiento más eficaz de esta disfunción sexual, que afortunadamente tiene fácil solución, no así la pérdida de deseo sexual, la segunda más común entre mujeres.
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